Copenhague, te has quedado con un cachito de mi corazón...

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Has hecho que descubra que los adoquines en el suelo son mi peor enemigo. Has conseguido que le vea una cara buena al viento y al aire. Que me enamore aún más de la Navidad, de los abetos con adornos dorados y hasta de los duendes enanos y regorditos. Has conseguido que aguante todo un día andando con las botas Coolway y hasta que me atreva con una montaña rusa... Me has hecho un poco menos friolera y me has hecho descubrir la nueva moda de ir a todos lados con el gorro del chaquetón puesto. Me he enamorado de tu cultura, de como los que gobiernan cuidan del país y de la gente que vive en él. De como respetáis lo que es moralmente correcto y de toda la humildad y nobleza que tenéis. Me has hecho plantearme muy sinceramente querer dejar España por un tiempo para recorrer tus calles una y otra vez.

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Copenhague, tu gente es cálida y buena. Tú gente te abre los brazos y respeta lo que es tuyo. Tu gente cuida del medio ambiente. Copenhague, tú gente te quiere y ama su país, y, a pesar de no conocer la ropa de verano, no te cambiarían por cualquier otro clima; ellos se meten en unos pantalones cortos aunque el termómetro marque 10 grados.

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Copenhague acoge a aquellos que buscan ese "algo mejor" y los arropa para que nunca se vayan. A Copenhague no le hace falta tener temperaturas altas, porque ella entera es cálida de por sí.

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Copenhague tiene mar, tiene historia, tiene palacios y castillos, tiene lujo, encanto y tiene verde, mucho verde. Copenhague es pequeña pero tiene aires de realeza, más que los de su amada reina.

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Copenhague es un ejemplo a seguir. Ojalá España se pareciese más a ti. Ojalá los españoles se representaran todos en una misma bandera, como hacéis vosotros. Ojalá los españoles se quisieran como se quieren los copenhaguenses...

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Copenhague, te repito, te has quedado con un cachito de mi corazón.

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